martes, 30 de noviembre de 2010

El escritor y la diseñadora de modas

*Esta es la última publicación de mi blog (anthonyyl.blogspot.com), espero que les guste.

El escritor se llama Antonio y no escribe muy bien que digamos. La diseñadora se llama Lucía y no diseña muy bien que digamos. Pero todos le felicitan al escritor por lo que escribe, dicen que tiene talento y que puede llegar muy lejos como escritor. Todos, también, felicitan a la diseñadora, sobre todo el escritor, y le dicen que puede llegar muy lejos como diseñadora. El escritor desestima los halagos, siente que son cumplidos obligados a los que sus amigos se ven sometidos a brindarle porque les tocó la mala fortuna de tenerlo como amigo. La diseñadora no cree en halagos ni en palabreo alguno sino en hechos concretos, cree que las palabras se las lleva el viento y que uno tiene que demostrar lo que dice.
El escritor, como seguramente ya se han dado cuenta, es amigo de la diseñadora. La diseñadora, sin embargo, no es amiga del escritor, cree que es un sinvergüenza. El escritor es un sinvergüenza. Antes fueron enamorados; todos sus amigos –de él y de ella– se acuerdan de que su relación duró muchos años. Ellos también evocan de cuando en cuando aquellos años.
El escritor conoció a la diseñadora en el colegio cuando todavía no era escritor. La diseñadora aceptó ser su enamorada en el colegio cuando todavía no era diseñadora. El escritor se enamoró veloz. La diseñadora se enamoró gradualmente. El escritor la besaba con los ojos abiertos. La diseñadora lo besaba con los ojos cerrados. Una vez la diseñadora se quejó del escritor porque siempre tenía los ojos abiertos y le enseñó la sensualidad de cerrar los ojos cuando se besan los labios de quien se ama. El escritor no volvió a abrir los ojos, los cerraba incluso cuando tenía que abrirlos. La diseñadora no volvió a reclamarle por sus ojos, más bien, los halagaba porque eran claros.
El escritor no iba a los cumpleaños de la diseñadora. La diseñadora iba a todos los cumpleaños del escritor. Al escritor no le gustan las fiestas de cumpleaños –ni los campamentos– porque es misántropo. A la diseñadora le fascinan las fiestas de cumpleaños –y los campamentos– porque es divertida y nunca perdonaría al escritor por faltar a dos de sus cumpleaños. El escritor no sospechó que la diseñadora podría enamorarse de alguien más, alguien que, por ejemplo, considere el día de su cumpleaños. La diseñadora se enamoró de alguien más, alguien que consideraba el día de su cumpleaños. La diseñadora cambio la clave de su Messenger porque el escritor, que entonces era su enamorado, sabía la clave y podía ver los mensajes de su insólito pretendiente. El escritor se irritó, pero más se entristeció, al enterarse que a la diseñadora, que todavía era su enamorada, le gustaba el insólito pretendiente (un chico que se llamaba Xavier y que tocaba la guitarra muy bien). El insólito pretendiente estuvo en el cumpleaños número veinte de la diseñadora. El escritor faltó al cumpleaños número veinte –y al diecinueve– de la diseñadora.
La diseñadora había resuelto olvidar al escritor.
Pero el escritor logró derrotar al insólito pretendiente después de haber perdido varias batallas. La diseñadora volvió a enamorarse del escritor, se enamoró veloz. El escritor, sin embargo, ya no estaba muy enamorado de la diseñadora y comenzó a tratarla con escueta consideración. Ya ni le importaba si el insólito pretendiente volvía al asecho; si volvía, serían amigos. Y si intentaba quitarle a la diseñadora de nuevo, no movería un solo dedo para impedirlo.
La diseñadora se sentía humillada por el escritor, lo estaba, además, y se daba cuenta de cómo el escritor ya no la amaba como antes, pero se resistía a aceptarlo.
El escritor terminó con la diseñadora. La diseñadora también terminó con el escritor. Ambos terminaron y ambos desearon estar muertos; el escritor porque, por más que lo intentaba, no podía volver a amar a la diseñadora; la diseñadora porque, por más que lo intentaba, no podía hacer que el escritor la volviera a amar.
Pasaron los meses, los años. Seguían siendo amigos.
El escritor abandonó su suerte y se perdió. La diseñadora no abandonó al escritor y lo rescató...
Hoy el escritor va a un psiquiatra para contarle sus problemas. La diseñadora va en su amiga Tamara para contarle sus problemas. El escritor va al psiquiatra porque no puede olvidarse de nada, sólo es malo para los nombres, pero todo lo demás lo memoriza sin querer hasta las conversaciones de las películas viéndolas una sola vez. La diseñadora va en su amiga Tamara porque no puede memorizar con facilidad, sólo es buena con los números –para sacar las cuentas–, pero de todo lo demás se olvida sin querer hasta detalles de los momentos más significativos de su vida. El escritor quiere olvidar muchas cosas. La diseñadora quiere recordar muchas cosas.
El escritor empezó a escribir sus primeros cuentos y los regalaba a sus amigos y familiares. La diseñadora empezó a hacer y arreglar sus primeras faldas y las regalaba a sus amigas y familiares.
Ayer el escritor fue al cumpleaños número veintitrés de la diseñadora, fueron al cine y a tomar yogurt. La diseñadora quiso volver a su casa lo más antes posible, pero el escritor no la dejaba porque le habían dado instrucciones claras de no volver hasta que le timbren al celular, le estaban organizando una fiesta sorpresa.
Regresaron.
Sorpresa. La fiesta duró hasta las diez y media, pero el escritor se quedó hasta las once y media y se despidió. En la combi, el escritor sintió que su celular vibraba, un mensaje de texto. Lo leyó, era de la diseñadora. Sonrió.
El escritor ha cambiado, sigue siendo un hombre infeliz pero no se queja ni se entristece. La diseñadora ha cambiado, sigue siendo una mujer extraordinariamente sincera, pero, además, se ha vuelto amable, comprensiva y sensible.
El escritor está orgulloso de tener una amiga como la diseñadora. La diseñadora está orgullosa de tener un amigo como el escritor.
El escritor sabe que va a morir joven, solo y con cáncer, por eso se le ocurrió escribir de la diseñadora, de su querida amiga, de la mujer que ha estado con él en las buenas y en las malas, porque el escritor sabe que, si acaso la vida los separa más, conocerla ha sido, con seguridad, el propósito de su existencia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encantooo como puedo compartirlo al fb???
Julia