viernes, 18 de febrero de 2011

Espejos

Me desperté y comprobé, de nuevo, que no dormía en mi cama sino en un sillón. Eran las seis de la mañana, a esa hora todos duermen; menos yo. Por eso, en lo posible, intentaba no hacer ruido. Todas las mañanas me sentía como un fantasma (un fantasma bueno que no quería espantar a nadie) mientras caminaba de puntillas hacia el baño.
En el baño me esperaban los espejos. Malvados espejos, sacaban a relucir lo peor de mí. Como aún no terminaba de despertar, me eché agua en la cara. Intenté no volver a mirarme para no deprimirme, pero era imposible a juzgar por la cantidad de espejos que había en el baño.
Tenía que ducharme, aprovechar el tiempo cuando todos descansan sepultados en sus sábanas, para quitar mis malos olores, asearme y, más que nada, fingir ante mis amigos que soy limpio y ordenado y que hicieron bien en alojarme en su salita por dos semanitas.
Me saqué el polo. Me bajé el pantalón. Volví a mirarme y el espejo me devolvió una imagen que intenté olvidar. Fracasé, la recuerdo todavía. Me saqué el bóxer. Permanecí íntegramente desnudo frente al espejo, me ruboriza saber que me estaba exponiendo ante mí mismo y presidiendo un juicio perdido. El espejo de atrás me enseñaba mi trasero, había que depilarlo.
¡No!, me susurré ofuscado por una creciente impotencia. Estos espejos odiosos no iban a vejarme de nuevo.
Me puse en cuclillas e hice más de cincuenta ranas. Luego treinta lagartijas. Sudaba, mi cuerpo se llenaba de gotitas saladas que resbalaban por mi piel sin dirección. Era inaudito, inconcebible: mi imagen en los espejos se iba restaurando, poco a poco, como arreglada en Photoshop. Mis músculos comenzaron a asomarse tímidamente y me jalé los pelos del trasero con las manos.
Lavé mi rostro con jabón y mis cabellos los acomodé como pude. ¿Era yo? Un narcisismo asolapado se manifestó. No era tan feo que digamos.
No recuerdo en qué momento olvidé tomar la ducha para dedicarme a hacer caritas en el espejo. Jugaba con mis miradas y las infinitas posibilidades de seducción que me otorgaba el personaje del frente. ¿Era yo? Imposible, yo era un perdedor que soñaba con ser escritor (en aquel entonces trabajaba como negro literario). Me incorporé como pude, agotado, con los fluidos de mi transpiración recorriéndome. Había llegado el momento de bañarse.
Pero ya era tarde. Escuché un pequeño ruido y unos pasos lentos afuera. Unos pasos que se aproximaban. De repente, el mango de la puerta giró y sentí que mi corazón se contraía. Era Sofía que entraba somnolienta al baño, pero mi cuerpo desnudo la revivió. Intenté recibirla con mi mejor mirada –no muy seductora para que no piense que la coqueteaba– pero mis caritas se confundieron presa del nerviosismo y formaron una mueca horrorosa. Avergonzado, intentaba tensar mis músculos para no verme tan mal. Sin embargo, Sofía estaba lívida y no dejaba de mirar mi sexo erecto.
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Nota: Gracias por visitar mi blog, si es posible, podemos mantener contacto por el Facebook o el MSN a fin de poder acercarnos como comunidad. En todo caso, si les parece que vale la pena leerme, pueden seguir mi blog. Un abrazo.
¡Qué la creatividad les acompañe!

2 comentarios:

fragile_tear dijo...

Me gusta mucho tu participación el el blog, muchas gracias por mantenerlo vivo.
También decir que me parece muy buena tu propuesta :)

Julito dijo...

Me encannnntaaa esta entradaaa y ese blog. bendicione!